El turismo de acampada o de autocaravana no para de aumentar en la Costa da Morte, y aunque se han hecho algunos avances menores en fechas recientes y en los lugares menos controvertidos, su presencia en puntos de máxima protección ambiental sigue sin regular, sin las medidas de control suficientes y sin los servicios mínimos que impidan que un activo económico se convierta en un problema ecológico, de seguridad y de convivencia.
Soesto y Traba son dos de los parajes naturales, y protegidos por Rede Natura y Costas, más utilizados durante todo el año por autocaravanistas y, sobre todo, amantes del surf. En Soesto había ayer más de medio centenar de vehículos estacionados en las inmediaciones del complejo dunar. En Traba no bajaban de la treintena. Son, en su mayoría, turistas que acuden a Laxe a disfrutar de las olas.
Soesto carece de todo tipo de servicios públicos básicos, incluso de socorrismo (también en Traba). En el 2009 se realizó un proyecto de construcción de un área de servicio específica para caravanas y autocaravanas, iniciativa que ha quedado en el cajón del olvido.
Sin embargo, pese a la carencia absoluta de servicios, los que allí acuden cada año a disfrutar de sus vacaciones no quieren ni oír hablar de infraestructuras. «No queremos nada de eso, Nosotros nos autorregulamos. Somos los primeros en cuidar este entorno porque somos conscientes de que si no lo cuidamos pueden echarnos», apuntó el coruñés Pablo Mallo, un asiduo a Soesto desde hace más de 20 años.
De la misma opinión es Fernando Camacho, un sevillano que acude a su cita anual con las olas desde hace un decenio: «Cuidamos y protegemos el entorno porque, de lo contrario, sería tirar piedras contra nuestro tejado». Ambos apuntan que hay que preservar el medio ambiente «pero dejándolo todo tal y como está, sin tocar nada», añadió Fernando Camacho.
Juan Miguel Serrano es de Madrid y viene a Soesto desde hace unos seis años. Calificó la playa Soesto y sus inmediaciones «de entornos mágicos y únicos». Una percepción que también tiene Christian Saiz, también de Madrid. Los cuatro encuestados tienen claro que la solución no pasa por reubicar los vehículos en otras zonas, sino de «garantizar que los que vienen aquí cuiden y protejan el entorno». Ahora bien, de regular la zona con infraestructuras, nada de nada: «Está muy bien así».
Todos reconocen que estos espacios son protegidos y, por tanto, no está permitida la acampada libre, pero aseguran que son los primeros en proteger la zona y en denunciar cuando alguien comete alguna irregularidad como hacer una hoguera o sus necesidades. Además, señalan que su presencia genera un efecto beneficioso en la economía de laxe: «Pregunte a los comerciantes, bares, cafeterías, restaurantes, supermercados, gasolineras o tiendas si somos molestos. Nosotros también dejamos nuestro dinero en Laxe. Incluso el panadero viene a diario hasta aquí a ofrecernos el pan», añadió un surfista.
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