La medida, que entrará en vigor el 1 de julio, incumbe a los vehículos extranjeros que circulen por el país
Solo se librarán las motocicletas de menos de 50 centímetros cúbicos. El resto de los 36 millones de automovilistas franceses que conduzcan un vehículo a motor, desde turismos a motos o autocaravanas, tendrán que disponer obligatoriamente a partir del 1 de julio de un alcoholímetro debidamente certificado.
Teóricamente, los conductores están obligados a soplar antes de ponerse al volante, pero el decreto, publicado ayer, no especifica la necesidad de que los vehículos dispongan de un mecanismo electrónico que bloquea el encendido si detecta que el usuario sobrepasa la tasa de alcohol permitida. Estos dispositivos cuestan en torno a 150 euros, aunque desde el 2010 este equipamiento ya se incorpora en serie en algunos vehículos. La normativa se limita a exponer que «todo conductor de un vehículo terrestre a motor, con la excepción de un ciclomotor, debe demostrar la posesión de un alcoholímetro no usado y disponible inmediatamente» que cumpla con «las condiciones de validez, en particular la fecha de vencimiento, prevista por su fabricante». Ante esta indefinición, lo previsto es que los automovilistas opten por un sencillo aparato de entre uno y dos euros que se encuentra en las grandes superficies y que también sirve para medir el nivel de alcohol. Eso sí, su disponibilidad no solo será obligatoria para los conductores galos, sino también para los vehículos extranjeros que circulen por territorio francés.
La medida implantada en Francia, que ya fue anunciada en noviembre por Nicolas Sarkozy, tiene como objetivo «invitar al autocontrol de los conductores», según un portavoz de Seguridad Vial. Quien incumpla la normativa se enfrentará a una multa de once euros, aunque no se empezarán a pagar hasta el mes de noviembre.
Laurent Hecquet, delegado general de una asociación que agrupa a millones de automovilistas franceses, expresó al diario Nouvelle Observateur sus dudas ante un decreto que considera «incompleto». «Dudo mucho -explica- que un joven que quiera hacerse el test a las tres de la mañana, en la penumbra de su vehículo, distinga correctamente los colores del alcoholímetro». Chantal Perrichon, de la Liga contra la Violencia Vial, también es escéptica sobre la efectividad de la norma. «Solo se evaluarán -explica- quienes ya están sensibilizados ante el problema del alcohol al volante». A su juicio, sería mucho más efectivo la obligatoriedad de un alcoholímetro electrónico antiarranque para los que ya hayan sido sancionados por beber cuando conducen.
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