El sector turístico asturiano se sumerge en plena temporada alta con el objetivo de mejorar los resultados del año pasado. Y ese es el camino que está recorriendo. El mercado se mueve, el índice de reservas para el mes de julio ya es superior al de 2010 y para agosto confía en rozar el lleno. El pero está en la rentabilidad. Las diferentes asociaciones empresariales matizan que los precios siguen congelados, mientras que los gastos se han disparado. Esto se traduce en problemas para poder mantener abiertos los negocios. Las mayores dificultades cercan a los establecimientos de gama media-alta, porque sus antiguos clientes se rigen ahora únicamente por el criterio del precio y han decidido pernoctar en establecimientos más baratos.
El verano, por tanto, se presenta mejor pero el resultados está aún en el aire. Cada año se reserva con menos antelación a la espera de los chollos de última hora. Lo saben bien los propietarios de los negocios rurales. Algunos cuentan cómo reciben correos y llamadas de posibles clientes que, a pesar de ver las tarifas en la web , llaman para pedir precio. Ese turista de última hora será el que redondee la campaña.
Primeras impresiones En el mundillo del cámping son muy optimistas. El presidente de la asociación, Ramón Álvarez del Valle, admite que tienen “muy buenas expectativas”. Los bungalós están casi al completo y siguen teniendo muchos clientes con caravanas y autocaravanas. El mercado de la tienda de campaña depende más del tiempo y, por tanto, es difícil aventurar los resultados. Sin embargo, Álvarez del Valle, a tenor de los últimos ejercicios, explica que la tienda de campaña “ha vuelto a resurgir”. El año pasado ya se pudo constatar “un aumento del número de grupos de jóvenes que aprovechan el cámping para ir de vacaciones. Son sobre todo gente que se está iniciando en el campismo”.
No obstante, la estrella sigue siendo el bungaló. La última ley de turismo permitió a los cámpings reservar el 25% de su suelo para estas estructuras. El presidente del colectivo dice que ahora mismo sólo se aprovecha la mitad, pero que el negocio sigue creciendo. En la actualidad, Asturias dispone de unos 450 bungalós.
En esa misma línea optimista se muestra el vicepresidente de la asociación empresarial de hostelería de Gijón, Alberto Lázaro. En la ciudad, la temporada alta ya se notaba ayer. Lázaro explica que el volumen de clientes es muy superior a un fin de semana cualquiera de la primavera.
Sus asociados siempre tienen garantizados 15 días al completo en agosto, coincidiendo con la Semana Grande, pero este año ya tienen también un volumen considerable de reservas para julio. Esto empuja a Lázaro a augurar que este verano será mejor que el de 2010. El cliente de última hora determinará si sólo es una buena campaña o si se cuelga el cartel de completo.
Desde la Federación Asturias de Turismo Rural (Fastur) son un poco más prudentes. Su vicepresidente, Adriano Berdasco, confía en que sea un buen verano, pero a día de hoy, “hay movimiento para julio pero agosto está bastante parado”. Su perspectiva es mejorar y señala que los que están dentro de centrales de reserva están logrando mejores resultados que los que no.
En cambio, los dueños de casonas y en las casas de aldea, que también se enmarcan dentro del turismo rural, tienen menos esperanzas. Luis Nicieza, presidente de Casonas Asturianas, dice que el mercado está exactamente igual que el año pasado, es decir, mal. Y lo peor es que los precios siguen congelados. “Nuestros clientes se guían ahora por las tarifas, es su factor de búsqueda determinante, y en eso los hoteles de las grandes cadenas en las ciudades no tienen competencia”, matiza Nicieza.
También se queja de que las administraciones hagan de promotores de nuevos negocios, como están haciendo en Riosa, o que sigan autorizando ayudas para incrementar la oferta de alojamientos. Nicieza cree que en muchos lugares el mercado, al menos el rural, ya está saturado. Piensa que su papel debe ser el de promocionar y ofrecer alternativas de información y ocio, porque tiene constancia de que hay museos e, incluso, oficinas de turismo cerradas.
José Brime, presidente de la asociación de casas de aldea (Arca), afirma que julio está flojo y que en agosto las reservas mejoran, aunque matiza que si no lo hicieran algo iría muy mal. Brime espera un verano como el de 2010, ni mejor ni peor. Esto supone estar lejos de los resultados que se obtenían hace cuatro y cinco años. Eso en cuanto a clientes, porque si se habla de ingresos, el presidente de Arca afirma que han caído hasta un 45%, una situación que asfixia al empresario turístico.