La pesadilla acaba por fin y el sol vuelve a brillar. Pero este julio que queda atrás ha sido uno de los peores de la historia, según se lamentan los hosteleros. Un mes muy atípico incluso para los vizcaínos, acostumbrados a chaparrones constantes e inundaciones esporádicas, y todo un chasco para los turistas que nos visitaron en busca de sol, playa y naturaleza y encontraron playas vacías, litros de lluvia e incluso gélidas ventiscas .
Los negocios que mejor se han sobrepuesto al mal tiempo son los hoteles, porque ya tenían reservas realizadas con semanas de antelación y muchos no suelen anular sus esperadas vacaciones por un mal parte. Pero los elementos han hecho una buena faena a los campings de Uribe Costa y a los chiringuitos playeros. Los restaurantes también han pagado los platos rotos del clima otoñal que ha ensombrecido este julio, el peor desde 1956 y en el que hemos 'disfrutado' de una temperatura media de 17,5 grados, según la Agencia vasca de Meteorología. Ahora, el sector reza porque sean ciertas las predicciones que auguran un septiembre lleno de sol para poder prolongar en lo posible la temporada.
Los que más han sufrido las consecuencias de las inclemencias del tiempo han sido las 'casetas' de hostelería. Tanto la de la playa de Arrigunaga como la de Azkorri, en Getxo, han tenido que cerrar varios días. Y es que durante largas jornadas los arenales han estado más desiertos incluso que en invierno, cuando al menos se permite pasear a los perros. El chiringuito de Arrigunaga, uno de los principales reclamos de esta playa, abrió a mediados de junio y tuvo que cerrar unos quince días hasta el pasado miércoles. «No recuerdo un julio tan malo. No había nadie. Esperamos que el Ayuntamiento nos deje abrir más tiempo para recuperar lo perdido». Tienen permiso de actividad hasta el 30 de septiembre y después dos semanas más para desmontar. «Abrimos cuatro meses al año y un mes y medio ha sido muy malo. En junio también estuvo abierto a medio gas. Hubo tres días buenos», se queja Gustavo, el encargado del negocio que desde hace años regenta Iñaki Campalo.
Manoli, la concesionaria desde hace dos décadas del chiringuito de Azkorri, afirma que «sólo pudimos trabajar la primera semana del mes y después hemos cerrado tres semanas. Era imposible abrir porque no había nadie. Esperamos que agosto venga bueno y septiembre completo para levantar cabeza. Julio era uno de los mejores meses, pero este año ha sido el peor en todos los veranos que llevo aquí», lamenta.
Los campings también han visto reducida su clientela, aunque el parking de caravanas y autocaravanas se ha visto menos afectado. «Ha venido mucha menos gente que otros años. Los clientes que viajaban desde muy lejos se han quedado porque no tenían otra alternativa, así como los que venían de paso hacia otros destinos. Pero los campistas de unos pocos días o de fin de semana que se alojan en tiendas apenas han pasado por aquí porque han anulado la visita», explican desde el camping Arrien de Gorliz.
Gorka Amezaga, presidente de la federación de campings de Euskadi y propietario del de Sopelana, detalla que «en Euskadi ha habido una media de un 30 % menos de ocupación, y en el de Sopelana, sobre un 25% menos, porque los cercanos a las capitales siempre tienen más reservas. En julio -añade- suele estar al 100% pero este mes sólo ha habido algunos picos en los que hemos colgado el cartel de completo. En bungalows las reservas se han mantenido pero la experiencia para los clientes habrá sido menos positiva de lo que debiera haber sido». Amezaga destaca que «las estancias han sido más cortas y el cliente de tienda de campaña se ha echado atrás porque su principal motivación es estar al aire libre».
La oleada de lluvia y frío también ha aguado la fiesta a terrazas y restaurantes. Por ejemplo, la del getxotarra Hotel Artaza «ha estado más floja de lo habitual, aunque en cuanto a ocupación no se ha notado porque ya había reservas y varias celebraciones previstas». En el Uribe Kosta de Plentzia, «en el restaurante ha sido donde más se ha notado, aunque también en cuanto al número de reservas de habitaciones, porque la gente las ha cancelado o ha reducido su estancia».
Aun así, los hoteles son los que mejor han digerido el mal trago. Desde el Modus Vivendi de Sopelana explican que «no nos podemos quejar. El año pasado hizo bueno, pero con la crisis apenas hubo reservas y se hacían a última hora. Lo mismo aseguran en el Hotel Embarcadero de Getxo, donde tampoco han registrado ninguna cancelación por culpa del mal tiempo.
Urdaibai
Pérdidas de hasta un 70%
Los negocios de la comarca se asoman al mes de agosto «con optimismo». Atrás quedan los veinte días ininterrumpidos de lluvias que han provocado en algunos establecimientos hasta el 70% de pérdidas. «Todos los días mirábamos al cielo con impotencia y resignación. No te queda otra que aguantar el chaparrón y cruzar los dedos para que el verano se alargue», asegura Alberto Gerrikabeitia, gerente del camping Leagi de Mendexa.
La «nefasta» meteorología ha mermado aún más un sector que también se ha visto afectado por la coyuntura económica. «Muchos bañistas vienen ya con su nevera cargada de cervezas y bocatas. Si además hace malo, los pocos que consumen dejan de venir», afirman los hosteleros.
Los inquilinos de heladerías y chiringuitos a pie de playa viven de la temporada de verano y «si hace malo, las cuentas no cuadran. Si el Ayuntamiento me cobra un alquiler y en julio apenas he vendido helados, muchos tengo que vender en agosto para compensarlo», lamenta una arrendataria.
En junio, los campings del litoral vizcaíno ya rozaban el lleno y auguraban un buen verano. Pero julio no ha cumplido sus expectativas y confían en recuperar el pulso en agosto. «Los turistas esperan un día a que escampe pero, si la situación se alarga, se van. Se han desesperado porque todo estaba lleno de barro. Es desagradable buscar naturaleza y tener que estar todo el día encerrado», admitieron desde el camping de Portuondo, en Mundaka.
Chiringuitos como el de Juanjo en la playa de San Antonio en Sukarrieta no han cerrado la persiana ni un sólo día a pesar del «pésimo» tiempo. «Aquí estábamos al pie del cañón, por lo menos atendiendo al cliente de siempre. Pero aquí vivimos de la playa y, si en estas fechas se adelanta el invierno, no da para pagar el arrendamiento ni para las cinco personas que trabajamos», reconoce su propietaria, Ursula López. En el bar Atxarre de Laida, en Ibarrangelu, su propietario reconoció que por lo menos la primavera ha sido fabulosa. «El clima aquí es caprichoso y tenemos que aguantarnos. El problema es que la gente disfruta de la playa en julio y agosto. En septiembre con los niños en el 'cole' los hábitos son diferentes», indica.
El mal tiempo no influyó por igual en todos los establecimientos de costa. Algunos negocios como los Apartamentos Mundaka, colindantes al arenal de Laidatxu, no han registrado ni una sola cancelación. «Es más, ha habido huéspedes procedentes del sur que estaban agradecidos porque, al fin, podían dormir», señaló su encargado, Kepa Ruiz. Por contra, Jon Ercilla propietario del hotel El Puerto en Mundaka, reconoció que con la lluvia «no anda nadie. Los visitantes se han aburrido porque aquí si no hace buen tiempo no hay muchas alternativas».